domingo, 2 de septiembre de 2012

el origen del lenguaje

EL ORIGEN DEL LENGUAJE

Si hay algo en la evolución del hombre que marcó la diferencia y al que se le debe otorgar un lugar de privilegio, ese es el lenguaje. Cientos de líneas se han escrito sobre la importancia del pulgar oponible, como la clave del progreso humano. En cierto modo es respetable que muchos piensen así, ya que gracias a ello la manipulación del mundo material ha sido mucho más sencilla.
Gracias a la la mano prensil  (consecuencia directa del pulgar oponible) hemos sido capaces de manipular primero la piedra y luego los metales. Con esos materiales fuimos capaces de crear herramientas con las que cazar y recolectar. Poco a poco las herramientas fueron siendo más sofisticadas, adquiriendo la capacidad de vivir de la agricultura y la ganadería. Con ello nos establecimos de forma sedentarias, creando pequeños núcleos de población, que a día de hoy se han convertido en las grandes urbes y pequeños pueblos en los que toda la población del planeta vive.

I: The Tower of Babel (Bruegel)

Pero todo esto no habría sido posible si no hubiéramos sido capaces de transmitir los conocimientos adquiridos generación tras generación. Sin una persistencia de la información adquirida sobre las distintas formas de manipulación de piedras y metales, las herramientas nunca habrían podido mejorar con el paso de los años. Habría sido imposible inventar la rueda, y una vez inventada habría sido imposible que coetáneos y descendientes de aquellos inventores hubieran podido usarla y mejorarla para encontrarle nuevas utilidades.
Quizá lo más impresionante no sea la comunicación, si no lo que es el lenguaje en sí. Con un máximo de 25 fonemas (en el caso del español)  a día de hoy somos capaces de abstraer la realidad tal y como la vemos, para transmitírsela a los demás. Somos capaces de describir un paisaje, de relatar un sueño, de dar una conferencia sobre la evolución del hombre, incluso hasta describir los más extraños sentimientos. Y más allá de la comunicación oral, hemos sido capaces de representar por escrito todos esos fonemas para que la persistencia de las ideas y la comunicación entre humanos pueda alcanzar límites insospechados 10.000 años atrás.
 José Manuel Briceño Guerrero

El filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero  escribió en 1970 un ensayo titulado “El Origen del Lenguaje” en el que expuso sus distintas visiones del origen del lenguaje, desde puntos de vista mitológicos, evolucionistas y filosóficos, para llegar a una misma conclusión desde todos esos puntos de vista, una máxima de la que siempre estuvo convencido: el origen del hombre yacía en el origen de la palabra.
El lenguaje es el medio que hace posible la formulación de preguntas y respuestas. La estructura del conocimiento es lingüística. La estructura de la conciencia es lingüística. La estructura del razonamiento es lingüística. La estructura del mundo, tal como lo concibe y utiliza el hombre, es lingüística. El lenguaje es el lugar de lo humano, en él vivimos, nos movemos y somos.
Sin el origen inicial del lenguaje, nunca habría habido un origen de las matemáticas, un desarrollo del método científico, un pensamiento filosófico, un desarrollo de la ingeniería, y por supuesto, nunca habrían existido ni los libros ni la literatura. Sin el lenguaje no habría existido la comunicación, y sin ella seríamos un animal más incapaz de adquirir los avances de nuestros ancestros para conseguir progresar, quedándonos atrapados generación tras generación en una primitiva visión de El día de la marmota.


El Origen del Lenguaje a través de la Tradición y los Símbolos

 Todo un universo de sonidos nos rodea. Espacios llenos de extraños símbolos fonéticos que emanan de la vida misma, tan naturales para nosotros, que aun formando parte del misterio del ser humano y de toda la Creación, apenas provocan en el hombre impresión alguna en su alma.

Filósofos, científicos, buscadores de todas las épocas, han intentado desvelarlo, de manera que se pudiera comprender parte de la verdad del hombre: ¿de dónde venimos?, ¿cómo surge la vida?, ¿cuál es nuestro origen?, ¿cómo surgió el lenguaje?
   
De entre todos los buscadores, encontramos el mundo propio de la Tradición. En él se manifiesta de forma natural toda la historia de la Humanidad y del Universo desde los tiempos prehistóricos, que se desarrolla en dos vertientes unidas e inseparables; el mundo de lo interno (las esencias), y el mundo de lo externo (la creación).

La Tradición, conducida en el tiempo por la sabiduría ancestral de Maestros y discípulos, se concreta por vez primera para la sociedad occidental en el siglo XIX, con Helena Petrovna Blavatsky, con sus inmortales obras Doctrina Secreta, e Isis Sin Velo. Éstas, tomadas como ficción por muchos científicos, ¿nos aportan algo sobre el origen del lenguaje? Y si es así, ¿las teorías existentes las afirman o las contradicen?
Esto es lo que con profundo respeto nos planteamos ver y comparar.

El Origen del Lenguaje a través de la Tradición y los Símbolos

Teorías sobre el origen del lenguaje


Entre el gran número de teorías existentes, se pueden reducir a dos las más aceptadas.
Teoría de la onomatopeya
Según la cual, la lengua primitiva vendría a ser una expresión imitativa mediata o inmediata de las percepciones. Se establece como teoría más generalizada.
Teoría de las expresiones afectivas
Se podría llamar teoría interjeccional, por cuanto la lengua tendría su principio en las diversas exclamaciones que hubiera provocado en el hombre la contemplación del mundo.

La Teoría Onomatopéyica nos habla de un lenguaje surgido de la imitación de los diferentes sonidos de la Naturaleza. Sin embargo esta imitación por sí sola no nos resuelve el misterio de cómo llegaron a entenderse y comunicarse los hombres entre sí.
Blavatsky clarifica este problema con el concepto de la mente, y nos dice en su Doctrina Secreta: «El hombre, antes del desenvolvimiento de la mente, desarrolló al principio una clase de habla que sólo era un progreso sobre los diversos sonidos de la naturaleza».

En la Teoría de las Expresiones Afectivas, se nos dice que el lenguaje no surgió como imitación de los sonidos de la naturaleza, sino de las sensaciones interiores producidas por su contacto con el mundo (asombro, dolor, alegría...) cargado de exclamaciones emocionales.
Esta teoría no contradice a la onomatopéyica o imitativa, pues una y otra se complementan perfectamente. El hombre si imita es porque tiene sensaciones. Pero del mismo modo que la teoría anterior, no explica cómo de esa naturaleza animalesca con que se presenta al hombre pudo crearse una relación de ideas.

La lingüística recoge plenamente este problema, pero en todas sus teorías no es capaz de explicar cómo se pasó del lenguaje imitativo de los sonidos al lenguaje con coherencia; cómo se pasó del lenguaje que no expresaba ideas, al lenguaje que sí las expresa, o más claramente: ¿en qué momento se adquirió esa facultad razonadora? Y aquí entramos en el siguiente problema: ¿cuándo adquirió el hombre la mente?

El lenguaje monosilábico, según la lingüística, es aquel que comenzó por el período llamado de «raíces» porque se componía de expresiones integrales e indivisibles, y estas expresiones estaban ya constituidas por elementos articulados o compuestos de vocales. Es curioso saber que el primer sonido considerado y que surge de los niños es la «a» para todas las razas humanas; después le sigue la «e», la «i», la «o» y la «u». Así estas primeras raíces monosilábicas fueron compuestas por una vocal, o como mucho por una vocal y una consonante

A este respecto nos dice Blavatsky en Doctrina Secreta: «Los primeros hombres tenían el lenguaje del sonido, a saber: sonidos cantados, compuestos de vocales solamente». «Este idioma monosilábico fue el padre vocal, por decirlo así, de las lenguas monosilábicas mezcladas con consonantes duras. Este lenguaje monosilábico, es el de los primeros seres humanos, de raza amarilla. Este lenguaje todavía se usa entre las razas amarillas».


¿Cuál es la característica de este lenguaje monosilábico?


Como su nombre indica, es el conformado por una sola sílaba, o como mucho por la misma sílaba repetida, que surgió como imitación de los sonidos de la Naturaleza a la vez que de sensaciones.
Estos primeros hombres hablantes, aún no tenían la capacidad de dar sentido a estos conceptos puros o primeras raíces, y por ello no se puede hablar de un verdadero lenguaje. No había una fluidez entre la palabra y la idea, sino que cada una de estas raíces monosilábicas se manifestaban como entes independientes entre sí. La comunicación se basaba en el sonido pero no en su interpretación.



Estas primeras sílabas tenían un sentido principalmente emocional; la relación palabra-concepto no se guiaba por una unión ideal, sino pasional.
A este respecto nos dice J.J. Rousseau en su Origen del Lenguaje: «Las primeras voces tienen su origen en las pasiones». El estruendo del trueno, la caída del rayo, el aire huracanado, el sol, el cielo estrellado; provocaban tales impresiones en el alma de estos primeros hombres que surgieron al tiempo que los primeros sonidos o voces monosilábicas.

Sin embargo estas primeras raíces, aún siendo formadas por las emociones, ya encerraban en sí las primeras ideas debido al desarrollo paralelo de la capacidad razonadora. Así el trueno en su parte emocional provocaba miedo por su formidable poder. Esta emoción al imitar el sonido del trueno, Tron, se convierte en un Dios, y en la mitología escandinava se le llamó Thor, hijo del Cielo y de la Tierra. Thor encierra en sí una emoción y una idea, que es la de fortaleza o poder.


De este lenguaje monosilábico surgió el lenguaje de aglutinación, pero la lingüística no sabe cómo se desarrolló el uno del otro. Todos los lingüistas se encuentran perdidos en este punto, y se sabe que el lenguaje sin el pensamiento no es posible. El uno es el origen del otro.


Las escuelas idealistas del siglo XIX no tenían ninguna duda sobre que el origen del lenguaje surgió de un ser superior a nosotros, un ser divino. La Tradición nos dice sobre este punto: «Descendió de una de las regiones superiores el Gran Instructor, apiadado de los hombres tomando a los mejores de ellos para que enseñaran al resto de la Humanidad las ciencias y las artes. Estos primeros hombres, llamados Maestros Divinos; fueron quienes enseñaron el poder de los nombres y las palabras».

¿Podemos considerar descabellada esta idea tradicional ante, como dice J.J. Rousseau, «la imposibilidad casi demostrada de que el origen de la lengua tenga un proceso estrictamente humano?». ¿Y no coinciden estos Maestros Divinos, u hombres más evolucionados, con los Daemon de Platón u hombres de la Edad de Oro, que nos cita el lingüista Estanislao Sánchez?



¿Cómo se pasó del lenguaje monosilábico al de aglutinación? 


Tras el lenguaje monosilábico, la lingüística, al igual que la Tradición, evoluciona hacia el lenguaje de las aglutinaciones. Su característica básica es el añadido a la raíz principal de otras sílabas o raíces que pasaron a ser sufijos o prefijos y que modifican la raíz central o idea primordial.

Este lenguaje de aglutinación es el que se desarrolló, según la lingüística, en los pueblos llamados turanianos, que son los que existieron en una gran extensión de Asia y Europa con una lengua común, antes de las migraciones semíticas y aryanas. Del Tigris al Indus poseían todo el territorio en que figuraron después los iranios.



Para la Tradición: «El lenguaje monosilábico pasó a poseer diferentes caracteres, que originaron distintas lenguas monosilábicas. Esta evolución de los caracteres surgió al tiempo que la evolución razonadora del ser humano. A su vez estos diferentes idiomas monosilábicos originaron diferentes idiomas aglutinantes».

Al tiempo que estos hombres alcanzaban su totalidad humana, el despertar de la conciencia al mundo de las ideas generaba la propiedad de interpretar y unir las palabras con sus ideas, y éstas entre sí.

Como dice el lingüista Steinthal, en referencia al origen del lenguaje: «El alma y el cuerpo dependiendo de su origen primero, despierta al tiempo que cada nueva intuición un sonido o acento».

Para la Tradición, el lenguaje aglutinante es el primer lenguaje real del ser humano tal cual somos. En este lenguaje aglutinante las raíces eran puras, sin existencia de derivados. Podía existir la idea pura o raíz «Thor», a la cual se le añadían otras raíces que modifican su idea primera sin perder por ello su esencia. Ejemplo de este lenguaje, y siguiendo la idea de la raíz Thor o trueno, que da idea de poder y fuerza, en el castellano desaparece la H al no pronunciarse y se convierte en Tor. Así nos encontramos con: Trac-Tor: vehículo que tracciona con gran fuerza o poder. Tor-Mento: dolor de gran intensidad o fuerza. A-Tor-Ar: objeto que se halla obstruido en medio de algo. (Es significativo ver como a su vez, Tor, en
 esta palabra, se haya en medio del prefijo y del sufijo, como si estuviera atorado).

El lenguaje de flexión

Si es difícil explicar la evolución del idioma monosilábico al aglutinante, mucho mayor es la incógnita de cómo pasó éste al de flexión.
El lenguaje de flexión es un lenguaje altamente complejo. En él, no sólo la raíz es acompañada por sufijos y prefijos, sino que a su vez esta raíz fundamental sufre un cambio en la morfología, pareciendo que las diversas raíces son una sola palabra, resultando difícil luego hallarlas y por tanto descubrir su origen y procedencia.

En estas palabras el núcleo o raíz sigue correspondiendo al monosilábico primitivo, pero envuelto en otros elementos gramaticales. En este lenguaje flexivo ya aparecen los artículos, el género, los adjetivos, los participios, y todos los elementos del mundo gramatical tal cual los conocemos hoy. Dice Blavatsky sobre el paso de la lengua aglutinante a la de flexión: «Para la Tradición el lenguaje aglutinante, al igual que la vida, tuvo una evolución cíclica de infancia, pureza, crecimiento, madurez, dacaimiento y finalmente muerte».

Nos muestra por tanto la Tradición que el lenguaje de flexión es una evolución sobre las lenguas monosilábicas y aglutinantes, porque se desarrollan un número mayor de ideas. Los conceptos se acercan más a los arquetipos. Estos hombres del lenguaje flexivo primero, eran capaces de llevar las propiedades de estos conceptos a las diversas ideas, (palabras) para potenciarlas.


Mientras los seres humanos menos evolucionados aún mantenían lenguajes monosilábicos y aglutinantes, aquellos cuya facultad razonadora se encontraba más despierta, desarrollaron un lenguaje no sólo imitativo, sino mucho más puro, en tanto introdujeron ideas metafísicas, conceptos sobre la naturaleza interior y exterior del hombre y del Universo, que abarcaba todos los planos de la Creación. La verdadera fuerza del lenguaje flexivo se encontraba en su esencia, en el contenido y a la vez en su forma de expresión.

Los hombres más desarrollados de esta época usaban un lenguaje sagrado, como plasmación de los conceptos sagrados a través de la palabra. Este lenguaje era mitológico y divino. Estos hombres eran los seguidores de la Tradición que aquellos Maestros Divinos dejaron a la naciente Humanidad. De estas lenguas flexivas primeras y sagradas, nos encontramos al sánscrito antiguo, el avéstico, el eslavo antiguo, las lenguas griegas primeras, el akadio, y otras muchas procedentes de las migraciones indoeuropeas y semitas. Aquí encontramos una coincidencia entre el lingüista E. Sánchez y Blavatsky: «Este lenguaje procede de las lenguas indoeuropeas y semíticas».

Con el correr del tiempo este lenguaje como ser vivo va decayendo, el lenguaje sagrado se va vulgarizando al masificarse entre el resto de los pueblos que no podían alcanzar a entender los conceptos altamente sagrados y espirituales. Así, en oposición al sánscrito, o lengua sagrada, surgió el páncrito o lengua vulgar. De este modo sucedió con las demás lenguas espirituales.


  


             
                                                                                                

    


VIDEO DEL ORIGEN DE LA LENGUA 








  


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